Tras una extensa carrera como jinete de excelencia y entrenador de caballos y equitadores en clubes y escuelas de equitación, Gabriel está ad portas de iniciar una nueva etapa de su carrera en Estados Unidos y de integrarse al el World Equestrian Center.
Gabriel Duque es un nombre familiar para muchos de quienes han tenido que ver con el deporte ecuestre en Colombia, en los últimos 35 años; es conocido por quienes aman este deporte y por quienes han hecho pactos de vida con los caballos. De hecho, según sus propios cálculos, sus alumnos exceden los cinco mil.
Tras una extensa carrera como jinete de excelencia y entrenador de caballos y equitadores en clubes y escuelas de equitación, Gabriel está ad portas de iniciar una nueva etapa de su carrera en Estados Unidos y de integrarse al el World Equestrian Center, una institución de proyección mundial, que está gestándose en Ocala, estado de Florida.
Como tantos otros, el hoy destacado maestro de la equitación comenzó a relacionarse con los caballos en una finca donde se organizaban encantadoras cabalgatas de muchas horas, que quedaron gratamente fijadas en la memoria de todos los Duque. Pero Gabriel siempre fue caso aparte: un apasionado a carta cabal. Así lo entendieron sus padres que no dudaron en patrocinarle lo que en principio fue una afición que luego se convirtió en razón de ser. Siendo casi un niño, el hoy experimentado jinete y profesor enseñaba equitación a los hijos de familias amigas y les entrenaba sus caballos.
Así empezó su carrera de entrenador de jinetes y caballos. Un deporte y a la vez un arte que fue perfeccionando no solo en los aspectos técnicos, sino en las posibilidades de formación y de crecimiento humano que confluyen en la equitación. Al cabo de un tiempo ya se desempeñaba como entrenador de un equipo de salto en uno de los clubes de
equitación más importantes de Bogotá, con alumnos que comenzaron a exhibir trofeos y preseas en el país y fuera de él, a la par con el profesor.
Tras ser patrocinado por su club para especializarse en instrucción de jinetes y caballos en The Westmoreland Davis Equestrian Institute (Virginia, Estados Unidos) y obtener posteriormente una beca de esta escuela norteamericana, como reconocimiento a su excelente desempeño en el curso, el equitador regresó a Colombia a fundar su propio Centro Ecuestre al que dedicó los 30 siguientes años de su vida.
Son tantas las preseas obtenidas por Gabriel Duque y por sus alumnos, que él prefiere no mencionar alguna en particular. Innumerables los premios, desde la infantil hasta adulto primera categoría; en la categoría de caballos de primero, segundo y tercer año, que es la etapa de formación de caballos, la más importante en salto. Participó en pruebas de salto de hasta de 1.50 metros en todo el circuito nacional, y obtuvo varios campeonatos. Sus alumnos ganaron premios en el nivel aficionado, hasta las categorías pre-infantil, infantil, juvenil y adultos. No pocos de ellos son hoy jinetes profesionales especializados en la disciplina de salto.
“El deporte ecuestre es el único en que dos seres vivos interactúan y se ponen de acuerdo para disfrutarlo”. Y eso tiene una trascendencia especial, según explica Duque, porque implica entendimiento, coordinación, sinergia, trabajo en equipo: “Dios creó al caballo para satisfacer al hombre y para que el hombre nunca deje de satisfacer al caballo”, explica el deportista muy a su manera.
Por eso la equitación es mucho más que una técnica o una disciplina: es una inigualable oportunidad de formación de seres humanos y así lo ha podido establecer él mismo durante muchas horas de enseñanza a gentes de todas las edades pero sobre todo a los más pequeños:
“Normalmente, el primer acercamiento de los niños a los caballos es muy tranquilo, y con instrucciones básicas especialmente de seguridad en el comienzo, los pequeños comienzan a sacer a relucir el don y el talento con que todo niño nace. Con los niños nerviosos, se requieren constancia, paciencia, y muchísimo amor, para que logren su mejor nivel de confianza; en la gran mayoría de los casos, ellos superan estos nervios y dejan sorprendido a todo el mundo. Es realmente una experiencia grandiosa”.
La aproximación a estos bellos y nobles animales puede ofrecer grandes oportunidades de superación de dificultades como el propio Duque lo relata: “Montar a caballo en muchas ocasiones puede generar miedo, en mi caso en particular, alguna vez lo sentí, pero pude superarlo enfrentándome a ese sentimiento, con la ayuda de instructores que conocen su trabajo (…) El mejor profesor de equitación es aquel que se llena de conocimientos teórico prácticos y simplifica las dificultades, convirtiéndolas en retos permanentes que se superan con la elección de caballos adecuados, mucha disciplina, sacrificio, constancia, método y un gran corazón que es el que sostiene una gran pasión. Es aquel que respeta los límites de sus alumnos y caballos, para darles la confianza suficiente de superar cualquier obstáculo”.
Y, poco antes de empacar sus alforjas, para realizar una de las grandes cabalgaras de su vida, Gabriel Duque remata:
“Una persona que practica el deporte ecuestre logra reunir infinidad de fortalezas. Amor hacia un animal enormemente hermoso, trabajo en equipo, seguridad, equilibrio, salud, confrontación con él mismo, responsabilidad, sensibilidad. En los niños, motricidad gruesa, motricidad fina, todas las cualidades de un buen ser humano”.